El Exilio Español en el Cine Mexicano:

Acervo digital de una memoria fílmica

El exilio español derivado del alzamiento militar contra la Segunda República causó la Guerra Civil y la muerte de más de 540.000 personas, y trajo consigo uno de los grandes movimientos migratorios del siglo XX. Aproximadamente 500.000 personas salieron de España al finalizar la guerra. Muchos otros acompañaron su suerte en los años posteriores. Una parte de ese exilio se asentó en México. Gracias a los apoyos del gobierno mexicano, oficialmente, unos 25000 españoles llegaron al país. En gran medida eran trabajadores cualificados y profesionales formados en la República. Había también artistas, intelectuales y científicos. En el caso de los profesionales cinematográficos, pusieron al servicio del Cine Mexicano toda su experiencia, influyendo en tramas y técnicas, y constituyendo uno de los pilares de la Edad Dorada del Cine Mexicano.

Tras la Primera Guerra Mundial el mundo entró en una sucesión de años convulsos caracterizados por las transformaciones sociopolíticas y fronterizas que determinaron la primera mitad del siglo XX. Durante el período de entreguerras diferentes conflictos bélicos y golpes de estado empujaron a miles de refugiados en busca de asilo. El exilio republicano español pertenece a este fenómeno y como tal, hunde sus raíces en una triste serie de acontecimientos.

Cerca de 500.000 personas huyeron al finalizar la guerra. Supuso un éxodo de cientos de artistas, intelectuales y científicos que significó un empobrecimiento humano y cultural en su nación de origen. Los destinos principales fueron Francia y posteriormente México. En el caso latinoamericano desembarcaron 25.000 españoles tras sufrir todo tipo de penurias en los campos de refugiados franceses.

Cuatro personalidades mexicanas del gobierno de Lázaro Cárdenas fueron indispensables para su adaptación. Isidro Fabela, representante de México ante Naciones Unidas, recorrió estos campos, interesado en la cualificación profesional de los allí presentes; el embajador Narciso Bassols gestionó el procedimiento; Gilberto Bosques, cónsul general en París, tramitó el plan de evacuación y el enviado especial para todo ello fue Fernando Gamboa.

Inicialmente 1.681 exiliados partieron en el barco Sinaia el 13 de junio de 1939. A éste le siguieron los Méxique, Ipanema, Winnipeg, Nyassa, Orinoco y Nyassa II. A principios de abril de 1939, por mediación de Juan Negrín, presidente de la República española, quedó establecido el SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles) como organismo autónomo delegado del gobierno para su apoyo, auxilio y cuidado. Y en respuesta a ella y servicios similares, se constituyó el JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles)

En un primer momento la estancia estuvo caracterizada por la esperanza del regreso a España y la visión del exilio como un fenómeno temporal. A lo largo de la guerra los aliados combatían los fascismos y era fácil pensar que tarde o temprano, con la caída de Hitler y Mussolini, se derrocaría al régimen franquista. Sin embargo, el conservadurismo de las potencias aliadas descubrió en Franco un aliado, provocando que, en un segundo período, prepararan la estancia fija y su adaptación a la cultura mexicana.

La mayoría se asentó en el Distrito Federal. Buscaron pisos sin mucho mobiliario, por el carácter provisional que imaginaban inicialmente. Tras unos primeros años de pobreza y búsqueda de empleo, según se fue perdiendo la idea del exilio temporal, mejoraron económica y socialmente y pudieron optar a mejores viviendas. Se fundaron entonces colonias como Polanco, Lomas de Chatultepec, Colonia del Valle, o la Colonia Condesa, iniciando un fenómeno que se fue desarrollando en los años posteriores. Y así la comunidad exiliada se organizó en un entramado de relaciones profesionales y sociales distribuyéndose por toda la geografía mexicana.

El Cine Mexicano, por su parte, absorbió la experiencia de los profesionales cinematográficos exiliados que conformaron uno de los pilares de su Edad Dorada. Favorecida su industria por una disminución de la competencia extranjera debido a la II

Guerra Mundial y al apoyo de EE.UU. como aliado en la contienda, aprovechó además la experiencia de todo el componente creativo y humano que el exilio ofrecía. Sin embargo, los españoles se enfrentaron a diversos problemas que se pueden dividir en tres grandes campos: Como exiliados por la resistencia de cierta parte de la sociedad mexicana a su adaptación, como cineastas extranjeros ante la política proteccionista de los sindicatos y como profesionales cinematográficos debido al incipiente monopolio de las estructuras administrativas.

Además, el gobierno, que había apoyado su llegada, aun permitiéndoles su asentamiento, les prohibió hacer crítica social o política, lo que afectó inicialmente a la creatividad cinematográfica. No sólo las políticas mexicanas o internacionales tuvieron vetadas, sino que su propia realidad como exiliados y sus experiencias vitales ante la acogida mexicana también fue tabú en su obra. Por su parte el proteccionismo y nacionalismo en el sector laboral, representados por los todopoderosos sindicatos, forzaron su nacionalización y ello, a su vez, les facilitó sus carreras en el mundo laboral y empresarial.

Los cineastas refugiados se apoyaron unos a otros en nuevas colonias y se fueron dando cita en las diferentes producciones que iban a consiguiendo sacar adelante. Contratados gracias a sus compatriotas, asentados anteriormente, construyeron un gremio cinematográfico de origen exiliado.

Fueron fácilmente identificables en aquellas producciones dirigidas por españoles como José Díaz Morales, Jaime Salvador, Miguel Morayta, Eduardo Ugarte o Antonio Momplet. Pero también destacaron rodeando a grandes figuras mexicanas como Emilio Fernández El Indio, con quien destacarían los decorados de Manuel Fontanals o las partituras de Antonio Díaz Conde, o en las producciones de Mario Moreno Cantinflas, cuyos guiones eran mayoritariamente escritos por Jaime Salvador y sus repartos secundados por Florencio Castelló o Ángel Garasa. Y por supuesto, en toda la obra de Luis Buñuel con quien trabajó el productor Fedérico Amérigo, los guionistas Luis Alcoriza o Julio Alejandro, el músico Hernández Bretón y casi toda la plantilla interpretativa española encabezados por José Baviera, Ofelia Guilmain y Enrique García Álvarez.

Manuel Altolaguirre, por su parte, fundó Producciones Isla donde también acogió a multitud de profesionales republicanos. Carlos Velo, mientras tanto, trabajó contactando compatriotas y siendo uno de los grandes artífices de esta interconexión. Luis Alcoriza comenzó actuando gracias a Anita Blanch dentro del mundo del teatro donde se sucedían las sagas familiares de los Cibrián, Banquells, o Guilmáin, entre otros que dieron paso al cine. Max Aub escribió en colaboración de Julio Alejandro o Alcoriza. La casa de Luis Buñuel o la del pintor muralista mexicano David Alfaro Siqueiros fueron puntos de reunión de la intelectualidad exiliada. Y las productoras Churubusco, Clasa y Posa Films contaron con numerosas plantillas de origen español.

La profesionalidad y desarrollo de unas carreras, ya iniciadas en su mayoría en la República, junto a sus esperanzas y nostalgias los llevaron a plasmar cierto españolismo en las carteleras mexicanas. Las adaptaciones de obras literarias, revisiones historicistas, y situaciones sociales relacionados con España se sucedieron en las pantallas.

Paralela a esta evolución y reconocimiento de los exiliados cinematográficos se dio la adaptación total a la sociedad y cultura mexicanas y se fueron haciendo espacio en la industria. Comenzaron a ser tomados como mexicanos sin señalar su origen, más allá de su nacionalización. De hecho, gran parte del reflejo y crítica social del México de la época, los conflictos de clases o la cultura indígena se debe a sus obras como esencia de la mexicanidad en películas como Pedro Páramo (Carlos Velo, 1967) o Las fuerzas vivas (Luis Alcoriza, 1975).

Desde su refuerzo de mano de obra, haciendo posible el desarrollo de una industria en su mejor momento, hasta el resultado de las creaciones propias, esta profesionalidad representó un auge de la industria cinematográfica mexicana. La comercialidad en épocas de crisis, el indigenismo, el revisionismo de la revolución o los cambios estéticos del cine mexicano tuvieron gran parte de su autoría en el estilo cinematográfico exiliado. La Academia de las Ciencias y Artes Mexicana fue fundada entre otros, por José Díez Morales y Ángel Garasa, la crítica profesional especializada de cine fue conocida como campo especializado de los republicanos exiliados y la segunda generación de exilio, una vez maduró, representó la corriente cinéfila Nuevo Cine.

En conclusión, no se podría entender un cine mexicano sin Buñuel, Alcoriza o Carlos Velo, sin la música de Antonio Díaz Conde, los guiones de Jaime Salvador, las películas de terror de German Robles o, en definitiva, sin toda la esencia españolista en los títulos de los años cuarenta y cincuenta. Gracias a todos ellos, los que llegaron y los que aceptaron y apoyaron su adaptación, transformaciones e influencias, el Cine Mexicano puede ser considerado hoy, una de las principales cinematografías del mundo.

Imágenes de Exilio Español

Fotografías del contexto histórico en ese momento.

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